La conmiseración con los animales está íntimamente ligada con la bondad de carácter, así que se puede afirmar que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona. Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral - Arthur Schopenhauer
Hasta
hace un par de años yo siempre había querido un gato. Pensaba que
su manera de vivir y de relacionarse con los humanos se adaptaba
mucho mejor a mis propias particularidades, que sería mejor que
tuviera un animal de compañía arisco e independiente como yo lo
era. Luego conocí a Doll.
Es
difícil describir a quien no haya tenido perros como es la relación
que tienen sus dueños con ellos. A quien los haya tenido no hace
falta explicárselo. El caso es que un día entré en una casa que no
era mía y una bola de pelo enorme y ruidosa me saltó encima
intentando llenarme de babas. No le hizo falta presentación, ni
pensar en si yo estaría ahí para algo bueno o malo. Yo venía con
su mami, y ella me quería.
Y yo
también la quise.
No sé
muy bien cuándo dejaron de ser los perros de mi novia para
convertirse en los nuestros, pero tengo que agradecer a mi chica que
me permitiera ejercer de papi de sus dos cachorros peludos con
naturalidad. Gracias a ellos, he aprendido muchísimo. Doll me enseñó
que existe el amor incondicional, la confianza total en alguien. No
había nadie en el mundo que pudiera hacerme sentir mejor sin decir
una palabra, sólo con su mirada y un lametón en la mano.
Hace
dos meses Doll empezó a sentirse peor. Han sido muchos días de
viajes al veterinario, de jeringas con medicación, de pruebas y
noches en blanco por la preocupación. Han sido dos meses de ver como
un bicho al que adoras se apaga a pesar de todo lo que hagas por
impedirlo. Esta mañana el corazón de Doll no aguantó más y se
paró, tres veces. Y al irse para siempre nos dejó un mundo gris,
más feo, más triste, un mundo sin aullidos y babas cuando llegas a
la puerta de casa.
Así
que hoy toca despedirse, y sólo puedo hacerlo dándole las gracias a
la que llegó a ser mi perra. Gracias por aceptarme y quererme desde
el primer día, gracias por los abrazos en el sofá, gracias por
cuidar de tu amiga humana, gracias por tu cariño mullido, gracias
por demostrarme que existe la bondad, y que se puede encontrar la
felicidad en un trozo de pan duro. Gracias por hacerme mejor persona.
Espero
haber estado a la altura, pero no he sido un dueño perfecto. Siento
haber llegado cansado a casa y no haber respondido a tu entusiasmo,
siento haberme liado a hablar con alguien y no sacarte más veces a
descubrir el mundo con la nariz por delante. Siento no haberte
rascado más la barriga o no haberte cepillado más ese pelo que te
convertía en un peluche gigante. Lamento profundamente no haber
puesto más empeño en hacer tu tiempo aquí, tan fugaz, un poco más
feliz, pero espero que lo pasaras conmigo la mitad de bien que yo
contigo. Una vez más, me enseñas algo: que es importante demostrar
a quien lo merezca que le quieres, que hay que pasar más tiempo con
toda esa gente que aprecias, que no vale la pena amargarse por
chorradas el poco tiempo que tenemos aquí. Que hay que vivir mejor.
Lo
intentaré, mi peluche. Por ti y por mí. Y por eso, hoy comparto del
todo la frase que le leí a una amiga hace unos años: “Mi meta en
la vida es ser tan buena persona como mi perro cree que soy”. Es
difícil, pero tengo que intentarlo.
Joder,
joder, joder, Doll. Voy a echarte mucho de menos.