domingo, 7 de diciembre de 2014

La verdad siempre es inhumana

En un debate que hace tres mil años que dura, hay quien opina que hay cosas que no cambian nunca. Y otros, que creen que todo va a cambiar, y que lo hace constantemente.

No tengo muy claro quién preferiría que tenga razón. En el fondo, lo que me gustaría es saber de una vez cuál es la verdad al respecto. Posiblemente esté en el mar. El Mar. 



"A lo mejor este planeta, y todo lo que hay en él, flota en el aire sólo porque hay muchos Bartlebooms por ahí, ocupados en mantenerlo en su sitio. Con su ligereza. No tienen cara de héroe, pero mantienen el garito en marcha".

domingo, 28 de septiembre de 2014

...I die a little

Se acaba el verano, y  apuramos las últimas noches de terraza y risas con amigos, y puedo sonreír y sentirme relajado.

No obstante, no puedo decir que haya sido un verano fácil: ha sido un verano de despedidas. En estos tres meses, he ido dejando atrás un trabajo, un piso, y varias personas que han sido de gran importancia en mi vida. Ha sido un proceso complejo y doloroso en ciertos aspectos, pero espero que, en el medio-largo plazo, podrá ser recordado como positivo.

No me gustan para nada las despedidas. Cuando doy de alta a un paciente siempre les dejo la puerta abierta a que pidan visita de nuevo si quieren. Durante muchos años mantuve que nunca le negaría la palabra a quien me la dirigiera (luego alguien fue suficientemente despreciable para hacerme cambiar de opinión, claro). Pero a este ritmo, voy a acabar acostumbrándome a ellas.

La de este verano fue la enésima mudanza de los últimos dos años. He dejado atrás el nido de Meridiana, aquel refugio irlandés, la habitación de Camberwell y el inicio truncado en Clot. Supongo que con ese historial es difícil sentirse en casa en alguna parte, pero poco a poco se va consiguiendo. Esparcir cartas por todas partes ayuda, claro. Y los chuchos. Hace mucho tiempo que repito que "mi patria son mis zapatos", pero últimamente he descubierto que el sitio donde llegas y eres babeado por tus perros, eufóricos por verte, es una buena definición de "hogar".

Por otro lado, laboralmente no puedo decir que tenga algo así. En verano tuve que despedirme de todo el mundo con quien había trabajado encantado, ya que sólo estaba sustituyendo a alguien que volvía. Hubo reconocimiento al trabajo y promesas para el futuro, pero de momento se han quedado en el eso. Por suerte, ahora tengo otro trabajo, pero otra vez algo temporal, sólo un augurio de una nueva despedida en unos meses.

A nivel personal, tengo que reconocer que he hecho las cosas peor: he cometido muchos errores y esto ha sido un factor importante en salir dañado y dañar a gente que me importa. Y es algo que lamento a menudo. Algunas veces he llegado a pensar que todo salía exactamente de la peor manera, que las decisiones que he ido tomando conformaban un especie de puzzle que no podía acabar bien. Y aún no sé. Hay ausencias que duelen, sobre todo si decir adiós te hace morir un poco.

Y sin embargo, y sin embargo, Omar...

"No te dejes abatir por las despedidas. Son indispensables para la preparación del reencuentro. Y es seguro que los amigos se reencontrarán, después de algunos momentos o de todo un ciclo vital". (R. Bach)

Supongo que más que en despedidas, debería pensar en ciclos. Este verano ha empezado uno en mi vida, y tengo que aprovecharlo. Hacer las cosas bien. Sigo teniendo cosas muy importantes, sigo sintiéndome un tío afortunado. Paso a paso. Luego habrá otro ciclo, y otro. Y ciclos más grandes. Por eso, estoy bastante seguro de que toda esa gente a la que quiero, y que ha querido a la persona que soy realmente, tendrá su momento. No puede ser de otra manera cuando, en realidad, nunca se han ido del todo. Así que nos vemos en el camino.

...no te vayas nunca,
sube, baja, siente...

jueves, 6 de marzo de 2014

Ya no hay locos

Yo que todo lo prostituí, aún puedo prostituir mi muerte y hacer de mi cadáver el último poema. Leopoldo María Panero.

Esta tarde, volviendo del trabajo en el metro, levanto la cabeza del libro al ver una imagen rara por el rabillo del ojo. Pasa un viejo, mal vestido, con unas hojas en la mano y un cartel colgado del cuello del que sólo me da tiempo a ver una palabra: "versos". Sigue adelante, lento pero sin detenerse, y yo le observo por detrás. No me atrevo a ir y pararle, compartir esos versos. Luego me maldigo un poco. Llego a casa y me da un escalofrío: se ha muerto otro poeta de la calle y la cochambre. Se apagó el genio de Leopoldo María, por sorpresa, como vivió, y me deja con esta sensación de desconcierto que no sé como digerir. El último de la familia maldita de Astorga, el suicida que sobrevivió a todos los demás. Se fue y le pone final a "El desencanto". El loco que se integró en la paranoia, que se hizo uno con la locura. Quizá es que para un psiquiatra Leopoldo siempre sera el gran enigma, y siempre había pensado que podría conocerlo un día, escucharle, aprender de la cordura de sus delirios. 
Pero el cabrón de él se ha ido sin avisar, y me recuerda que me hago viejo, que hay quien me llama chaval, pero otros me llaman caballero. Hace que me dé cuenta de lo lejos que queda aquella "tertulia de la peña" en La Ventana, que escuchaba fascinado muchos años antes de siquiera pensar en ser psiquiatra. Andaría él por los 45, y ya sabía más que nadie del abismo, de la oscuridad de la locura, de la poesía del delirio. La paranoia hecha piel, huesos y humo de tabaco. 
Y versos.
Como el viejo del metro.
Decía otro poeta que en España ya no había locos, desde que murió aquel manchego hijo de Cervantes, pero eso es porque no conocía a nuestro hombre. Vaya si había un loco: se esforzó por serlo. Y lo fue: el mejor, el menos cuerdo y el más lúcido. 
Pero ahora se muere Leopoldo, y ya no hay locos. España está cuerda, terrible, horriblemente cuerda. Nos faltan referentes. Nos asusta demasiado que vuelva Peter Pan y encienda la luz. Dicen de él que fue un escritor "maldito". La verdad, tengo mis dudas: me da la impresión de que lo de Panero fue una bendición, sólo que a su desesperada, cínica y retorcida manera. 
Hoy, que nos deja huérfanos, leo a algún político hablar sobre su pérdida y me sube la sangre a la boca. Luego pienso en lo divertido que le hubiera parecido, en si le hubiera dado por escupir a sus pies o vomitarle alguna sentencia llena de neologismos a la cara. Pero se hubiera reído con esa risa rota, casi hueca, eso seguro. Aunque también se habría reído de mí, el psiquiatra admirador del poeta esquizofrénico. 
Así que me río con él. De los miserables, de mí, del lo loco que está el jodido mundo donde nos vio encerrarnos, desde la libertad de su alma. 
Me río y brindo por él, y por nosotros, que aún no estamos del todo cuerdos.


"De todos los favores que pude prometerte 
te debo la locura"

viernes, 17 de enero de 2014

Pasta con salmón y pangrattato

Retomo las entradas con comida después de hacer una receta que, a pesar de que era la primera vez que lo probaba, quedó bastante buena.
El exótico "pangrattato" del título no es más que pan rallado, pero en su versión italiana, lo cual lo hace especialmente apropiado para hacer de acompañamiento de una buena pasta. Tuve la suerte de que dos buenos amigos me trajeran pasta de Florencia, así que decidí probar con una receta nueva, aprovechando que tenía salmón ahumado en la nevera. Normalmente se le pone algo para darle sabor, puede usarse perejil o algo así, pero a mí me gusta mucho la rúcula, así que eso fue lo que utilicé.

Necesitaréis: 
- Como 50-75 gramos de pan rallado. Si lo hacéis vosotros, un poco grueso.
- Unas hojas de rúcula.
- Unas almendras o nueces
- Un par de dientes de ajo, o ajo rallado
- Unos 250g de pasta que esté rica.
- 3 o 4 cucharadas de mascarpone
- Salmón ahumado.
- Un poco de queso rallado que os guste.

La idea es cubrir el fondo de una sartén con aceite de oliva, y echar el ajo a dorar (yo uso ajo rallado del que venden en botes de especias). Cuando está dorado, se pone el pan rallado y las nueces (o almendras) y se remueve sin parar, poco después echáis la rúcula, sal y pimienta. En 3 o 4 minutos, cuando haya absorbido casi todo el aceite y tenga un tono como tostado, ya estará hecho. Ahí se saca del fuego y se deja aparte.
El resto es muy fácil: se hierve la pasta hasta que esté al dente, se escurre y en la misma olla se echa el mascarpone, el salmón en trocitos, sal al gusto y la pizca de queso rallado y se remueve.
Al ponerlo en el plato, le ponéis el pangrattato por encima y queda bien elegante. Aquí, la muestra de cómo quedó en mi casa. El pangrattato debería estar un poco menos tostado (aunque por suerte no se quemó), pero luego al remover la combinación de sabores era realmente buena. Si os animáis a hacerla, ¡decidme algo!